Defender la Cultura

Recupero unas notas escritas en mayo de 2012, en La Canya, Garrotxa.




DEFENDER LA CULTURA
Reflexionando después de leer "La dialéctica el amo y del esclavo de Hegel".
                                        

"Cuando las formas de la sociedad son tan duras y hostiles para la vida,
es más importante ser anti-social que inhumano."

Stig Dagerman


Desde que no se lee (casi) en los libros, resulta anacrónico decir: cae en mis manos tal o cual texto. La cuestión es que hace unos días cayó en mis manos (o frente a mi mirada, en una madrugada de navegación laberíntica en red, sin rumbo) una parte de la Fenomenología del espíritu de Hegel: La dialéctica del amo y el esclavo, comentada por Kòjeve. Este texto aparece a mi razón doce años después de abandonar la Universidad en la que fuí a clases de Filosofía, donde lo leí para olvidarlo, y habiendo olvidado casi por completo a Hegel (y Adorno, Habermas...).

Cuando termino de leerlo pienso: llegados a este punto, no sé a qué coño esperamos. Quizá esperamos una catástrofe que termine con la vida humana en la tierra. Quizá pensamos que seremos para siempre esclavos. Quizá pensamos que nunca hemos llegado a ser esclavos, y nunca llegamos, ni llegaremos, tampoco, a ser amos, y esa zona-de-nadie moral en la que vivimos es suficientemente confortable, todavía. Quizá, como explica Zizek en Bienvenidos al desierto de lo real, nos sentimos libres porque nos falta el lenguaje que articule nuestra no-libertad.

¿Cuanto aguantaremos sin rebelarnos?

En el Ateneu Llibertari de mi barrio, del barrio en el que fuí una cría, y luego una adolescente, había una pintada que nunca se me olvida: quienes se creen libres es que no han volado lo suficiente para dar con los barrotes de su cárcel. Íbamos al Ateneu por las tardes, saliendo del instituto, buscando un espacio en el que definir nuestra libertad, y tal vez nos encontrábamos con esbozos de aquél lenguaje que expresaría nuestra no-libertad. Pero volábamos, o por lo menos aprendíamos a batir las alas.

Quiero pensar que cuando nos sentimos libres, es porque lo somos; aunque sujetos a una superestructura que, aparentemente, no depende de nosotros, sujetos a una cierta dialéctica del amo y el esclavo, sí, sujetos mediante el arnés del miedo, sujetos. Pero a veces nos sentimos libres, como cuando amamos (eso lo formuló un Hegel ya maduro en Principios de la filosofía del derecho, volveré sobre esto, quizá). Libres nos sentimos a veces, como esas veces, cuando pedaleo mi bicicleta por Vall de Bianya y el sol se esconde tras el Puigmal, a lo lejos, y el aire se siente sanador y no corrupto, y algún perro ladra, y nadie cerca, y nadie lejos... Esa es una libertad demasiado privada, pero que es pariente de la libertad que sentimos cuando pensamos en cómo romper la dialéctica que nos mantiene esclavos. Porque para romper la dialéctica primero hay que reconocerse como esclavo y reconocer al amo, y reconocer que estas posiciones no son definitivas, porque (ya lo decía Heráclito hace dos mil y pico años) "todo fluye", y el agua del río es cristalina hasta que cae una tormenta y la enturbia, y sigue fluyendo para volverse transparente otra vez. El mismo río, nunca la misma agua...

Si los hijos matan a los padres para luego convertirse en ellos, si el esclavo niega al amo para luego someter, si el horizonte es la vuelta al inicio...

Apuntes de la La dialéctica del amo y el esclavo:

Hay que tener en cuenta que es un Hegel jóven quien escribe la Fenomenología del espíritu, y escribía desde la convicción de estar viviendo un cambio de época; y que La dialéctica del amo y el esclavo explica la superestructura de la historia, apunta a que los cambios de época son alteraciones en la jerarquía de los amos y los esclavos, inversión de roles... En su visión de la historia no hay nada estático, hay dialéctica. Él no habló de lo líquido, pero si de lo fluidificado por la dialéctica: que parte de la instauración de una realidad, y sigue hacia su negación, y la negación de la negación, que terminará afirmando la síntesis, que será el nuevo punto de partida para su negación, etcétera. Pero no como un eterno retorno sino como un avanzar concéntrico. Y a partir de la comprensión de esta dialéctica es posible imaginar una utopía (esto me interesa), una utopía como entelequia (en el sentido aristotélico) que contenga (y sea) la posibilidad de construir una sociedad justa, sin sometimientos.

Si entiendo bien a Hegel (si acaso le entiendo es, también, gracias a los comentarios de Kojève) los humanos somos autoconciencia, y es el deseo el que nos genera la autoconciéncia: yo deseo, tomo consciencia de que existe un yo que desea; pero todavía no puedo afirmar que existe el yo, porque esta autoconsciencia no tiene bastante con reconocerse a si misma, sino que necesita ser reconocida por el otro (por otras autoconsciencias, que por supuesto tienen su propio deseo humano). Y es la búsqueda de ese reconocimiento la que pone a los seres humanos (humanos porque no son sólo animales, pues su deseo va más allá del deseo animal de supervivencia, es un deseo del deseo) en la tesitura de haber de devenir amo o esclavo.

Empieza la lucha (inexhorable). Pero, ¿por qué?

Tenemos a dos seres que han tomado conciencia de si mismos a través del auto-reconocimiento de su yo deseante, y se enfrentan para conseguir que el otro les reconozca. Son capaces de arriesgar su vida y poner en peligro la del otro solo para conseguir ese reconocimiento. 

Paréntesis 

Si los seres humanos fueramos éticos...(desear la utopía es accionar la utopía, ¿no?), o si la amistad bastara, o el amor ("somos amigos porque tu eres tu, porque yo soy yo", así de sencillo y bonito lo expresó Montaigne) terminaría la dialectica ya que, entre amigos (entre amantes tampoco debería, obviamente hablo del amigo ideal y del amante ideal), no existe este tipo de conflicto por intento de sometimiento pues, precisamente, somos amigos, o amamos, porque reconocemos al otro sin renunciar a nuestro yo deseante y el otro nos reconoce bajo la misma condición, o incondicionalmente, digamos. Pero no es que Hegel mate el amor (ni al sublime agapé, ni a la plácida fília, ni al placentero y egoista eros) es que lo descarta porque el amor brinda unreconocimiento privado, que no sacia el deseo que tiene nuestro yo de ser reconocido universalmente. (Volveré sobre esto, quizá cuando sea vieja, como lo hizo Hegel, ¡estoy intentando ir a lo político!) 

Fin del paréntesis.

Entonces...

Cuando uno no reconoce al otro, y el otro no reconoce a uno, como no puede ser una lucha a muerte, porque aniquilando al adversario anulariamos la posibilidad de ser reconocidos, empieza la lucha de poder. "De nada sirve al hombre la Lucha para matar a su adversario. Debe suprimirlo dialécticamente”. Es decir, debe dejarle la vida y la conciencia y destruir sólo su autonomía. No debe suprimirlo sino en tanto que se le opone y actúa contra él. Dicho de otra manera, debe someterlo, explica Kojève, que dice Hegel.

La dialéctica del amo y el esclavo:

EL SOMETIMIENTO como afirmación.

Ningún esclavo se somete realmente, para ser esclavo debes ser sometido. Los esclavos no pueden serlo por deseo de ser esclavos, sino porque sometiendose luchan para satisfacer el deseo animal de supervivencia que representa su valor supremo: la vida.

Una vez has adquirido la autoconciencia, aunque este yo no sea reconocido y por lo tanto no pueda afirmarse per se, eres consciente de tu deseo. Tienes un deseo (sí, un deseo humano) y no vas a abandonarlo a no ser que peligre tu vida animal. Esto se puede aplicar a todas los deseos del yo, que como yo humano no tiene un deseo único y fijo, tiene múltiples y multiformes deseos. Tomamos autoconciencia cuando amamos (y deseamos ser deseo de otro), cuando creamos (y deseamos trascender), cuando razonamos (y deseamos conocer). Desearemos amar mientras nuestra vida no esté en peligro, desearemos crear y razonar. Y como el deseo empuja a la acción (la acción es lo que hacemos para generar un mundo en el que nuestro deseo sea posible) amaremos, crearemos, razonaremos sin sometimiento a no ser que llegue el amo.

Qué es el amo?

El deseo de reconocimiento de la autoconciencia poderosa, queda relegado frente al deseo de poder sobre la autoconciencia reconocedora. 

El amo que era una autoconciencia con deseo de ser reconocida, ahora desea poder, ese es su yo. Poder para someter al otro y así conseguir su reconocimiento.

Parecería que al amo le hace falta poner en peligro la vida del esclavo para que este se someta, pero no hace falta: con generarle el miedo a perderla, o a perder los bienes que se asocian a la vida animal (deseo de cosas) éste se someterá abandonando o aparcando su deseo humano frente al deseo animal de supervivencia (eso lo sabe bien quien desea ostentar el poder, y así desarrollan las autoconciencias poderosas inimaginables estrategias, lo explican Chomsky, Foucault, Klein, Fröm...).

Para ser amo, dice Kojève, hay que vivir bajo un principio: vencer o morir. Es su valor fundamental: vencer. El esclavo no renuncia a su vida para vencer y por eso se somete. 

Y porque de esas dos autoconciencias que tenemos enfrentadas, una es más poderosa y es capaz de ejecutar el miedo generando en la autoconciencia menos poderosa una paralizante prespectiva de muerte o pérdida de la satisfacciones materiales que nos exige el cuerpo físico.

Además, es verdad, los amos se preocupan de generar falsas necesidades vitales al esclavo para mantenerle sometido, para que el miedo a la pérdida abrace más campos, multiplicando así la fuerza sometedora.

He aquí, sí:

el amo y el esclavo.

Pero la dialéctica continúa...


LA GENERACIÓN DE LA CULTURA como negación.

"Los animales, desean cosas, cosas que generalmente se comen".

Supongamos que somos esclavos, que el pueblo (aunque suene anacrónico, espero que se entienda el uso de "el pueblo", su uso entendido en un contexto de lucha de clases, claro) es esclavo. Que la gente como yo, como tú, somos esclavos, porque así somos tratados, sometidos por el miedo a las leyes  de los poderosos. Supongamos, o aceptemos que somos esclavos y que nada de lo que hacemos es, realmente, para satisfacer nuestros propios deseos, sino los del amo (la macroestructura financiera y empresarial, el entramado neoliberal global).

Supongamos que estamos trabajando para el amo. 

¿Podemos reconocernos como esclavos?

¿Cuanto aguantaremos sin rebelarnos contra el amo para revelarnos libres?

Volviendo al texto de Hegel:

Explica Hegel que una vez instalado el mecanismo (amo ejerce poder, esclavo reconoce), cuando el esclavo empieza a actuar para satisfacer el amo, y esto se materializa en que el esclavo trabaja y el amo recibe y disfruta del producto del trabajo del esclavo, es ahí, en ese proceso, dónde nace la cultura, lo único que consiguirá invertir los factores.

El esclavo se apodera mediante la cultura, desarrollando la cultura, transformando la materia prima, la realidad. Se apodera con su proceso para crear el objeto de deseo del amo, objeto sin el que el amo no sería capaz de vivir porque ha desarrollado una necesidad animal de supervivencia basada en él, y una necesidad humana, sin ese objeto el yo del amo no es reconocido. El esclavo se convierte en el ser humano con deseos humanos (deseo que ésta madera sea una mesa). Y ahí reside su poder. El esclavo puede dejar de satisfacer los deseos del amo, poniendo así en peligro su idea de supervivencia, y haciendo que éste se le someta.

Y vuelta a empezar.

Y vuelta a empezar?

Hay que dejar de darle de comer al amo.

Lo dice Hannah Arendt en La condición humana, "...lo que primero socava y luego mata a las comunidades políticas (responsables de organización de lo público) es la pérdida de poder y la impotencia final, y el poder no puede almacenarse y mantenerse en la reserva para las emergencias, como los instrumentos de la violencia, sino que sólo existe en su realidad". 

Si dejamos de otorgarle poder al amo, si le negamos su realidad al poder, despreciando sus amenazas y otorgamos poder a la cultura que hemos generado (la que deseamos generar), el amo no tendrá fuerza para someternos. Si tu l'estires fort per aquí, i jo l'estiro fort per allà...

Como dice Zizek (vuelvo a Zizek, pero es que me encanta como suda la gota gorda cuando exprime sus discursos) "hay muchas formas de cortarles los huevos, se puede decir: no queremos cortaros los huevos, queremos hacer unos pocos cambios. Y entonces todos estamos contentos, y cuando el capitalismo mira hacia abajo sus huevos ya no están".

Pero, ¿para qué?

Es triste pensar que el esclavo sólo desea dejar de ser esclavo para ser amo. No se trata de empezar un juego de travestismo infinito del poder.

Tenemos la cultura, la preparación, la posibilidad, si no nos rebelamos estaremos diciéndoles a las generaciones próximas (a las generaciones de futuros amos) que los esclavos no puedieron descreer el miedo y que se puede someterlos infinitamente. Pero si nos rebelamos, que sea para conseguir un mundo nuevo, un mundo justo. Y no para tener nuestra cuota de poder.

Tenemos la grieta, tenemos la cultura! Hagamos que la cultura sea lo que realmente es. 

Esa sería la síntesis que terminaría con la dialéctica. 

¿Terminaría entonces la História?